viernes, 1 de abril de 2016

Pregunta XIX



La educación como un hecho social con repercusiones laborales. (Reflexiona la respuesta).
Si analizamos las trayectorias educativas y laborales en la vida de las personas, vemos que se desarrollan en distintos ámbitos, todos ellos significativos para su presente y su futuro: su ámbito familiar, que contribuye a definir posibilidades y estrategias, tanto en la familia de origen como en la propia; el ámbito educativo, tanto en el sistema educativo como en la formación no sistemática; y el ámbito laboral, que le permite una inserción social más amplia y signa su ubicación en la sociedad y sus posibilidades de integración social y de supervivencia o progreso personal.

Aunque las personas son únicas, en su trayecto vital deben pasar por esos tres ámbitos, que responden a organizaciones distintas (familia, escuela, organización laboral), todas ellas en procesos conflictivos de transformación y con un bajo grado de coordinación entre sí.

Esas personas son trabajadores y ciudadanos. Su participación social en el mundo del trabajo y en la sociedad en general, dependerá en buena medida de la adquisición equitativa de las competencias que les permitan discernir libremente sus opciones y faciliten trayectorias de crecimiento a lo largo de la vida. La equidad, entonces, exige que se reduzca la desigualdad de oportunidades en los resultados de la educación debida a los orígenes familiares, particularmente en sociedades con amplios sectores en situación de pobreza o de carencia (CEPAL-UNESCO, 1992).

Es necesario para ello considerar los siguientes aspectos para que desde la educación mejore el mundo laboral:
La mejora de la calidad de la educación reduciendo la dispersión entre las competencias adquiridas en la enseñanza de elite y las escuelas de los sectores populares urbanos y rurales.
La relevancia para el mundo del trabajo de la educación recibida en la educación media y básica, buscando de manera continuada la significación para la vida cotidiana de los contenidos académicos impartidos, la alternancia entre la formación escolar y el aprendizaje en centros de trabajo, la participación de los responsables de la producción en el diseño de los contenidos vocacionales de la formación, las pasantías de profesores y alumnos, son todos medios probados para obtener competencias relevantes.
La descentralización educativa, las agendas de formación se constituyen en distintos niveles de agregación de la sociedad (nacional, regional o provincial, local, e institucional). Es importante reconocer y promover en ellos la capacidad de acción en lo educativo de las familias y de los estudiantes, los directivos y los docentes, y los empresarios y responsables de la formación en las empresas. La coordinación de esas distintas agencias en la especificidad de cada ámbito social facilita la elaboración y superación de la problemática presentada anteriormente.
La deserción, la repetición y la desigualdad de resultados en la educación, así como los de precarización y riesgo de desocupación en el empleo, exigen un tratamiento especial para los grupos en riesgo de exclusión, siendo necesaria unas políticas específicas de formación dirigidas a esos grupos, sean ellos jóvenes desertores desocupados, mujeres de bajos niveles educativos o trabajadores desplazados. Estas políticas deben tener en cuenta un balance de competencias que permita reforzar, en cada caso, tanto aquellos aspectos de la formación deficitarios como el apoyo y el seguimiento en la inserción laboral.

Estos aspectos tratados anteriormente no debe ser tarea solamente de los centros educativos de formación, sino que debe formar parte de las políticas de empleo y de integración social.




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